viernes, febrero 18, 2011

Hueicha

Avanza la fila de mis ojos como la cohorte de los sacerdotes sin templo, caminando en silencio, en la permanente búsqueda de un sacrificio que exige la cuota justa de sangre subterránea.

Leo sin distinción, borrando las palabras del libro con mi propia sensación ajustada a su encarnación. La embarcación, los tripulantes, el aterrador rugido que viene de la costa, todo se desvanece en la puntuación, en la fragancia de las tierras de aquella fortaleza humana. Me conmueve la historia de aquel observador de estrellas que, navegando los ríos, descubrió la sentencia corrosiva de su pueblo; pero fue capturado y llevado al sitio del que nadie sale con vida.

Las mareas nocturnas junto a la playa de la isla, la escasez de alimento, las infecciones, el agotamiento inoportuno, parecen desprenderme del cuerpo y entonces la imaginación comienza a confundirme: veo una habitación luminosa y cómoda, una cama con sábanas limpias, y yo parezco deslizarme en ella con meditado placer. Pero la hija del rey continua su relato, insistiendo en un futuro de hombres sanguinolentos. Las armas de acero cortarán las raíces para echar las suyas propias. La responsabilidad del cautivo no se parece en nada a una cama con sábanas limpias. Mi decisión debe contener a la virtud en su forma más primitiva y demostrar el valor de mi pueblo. Permaneceré por dos días y te tomaré por esposa, así está escrito en la corteza viva que protege nuestro mundo, entonces bajaremos por el río y uniremos a nuestras familias contra el mortal enemigo que se aproxima, olvidando el ciclo lunar y la advertencia de los dioses.

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